El sol muestra en uno de los ángulos superiores del rectángulo,el que está a la izquierda
de quien mira, representando el astro rey una cabeza de hombre de la que surgen rayos
de aguda luz y sinuosas llamaradas, como una rosa de los vientos indecisa sobre la
dirección de los lugares hacia los que quiere apuntar, y esa cabeza tiene un rostro que
llora, crispado en un dolor que no cesa, lanzando por la boca abierta un grito que no
podemos oír, pues ninguna de estas cosas es real, lo que tenemos ante nosotros es papel
y tinta, nada más. Bajo el sol vemos un hombre desnudo atado a un tronco de árbol,
ceñidos los flancos por un paño que le cubre las partes llamadas pudendas o
vergonzosas, y los pies los tiene asentados en lo que queda de una rama lateral cortada.
Sin embargo, y para mayor firmeza, para que no se deslicen de ese soporte natural, dos clavos los mantienen, profundamente clavados. Por la expresión del rostro, que es de
inspirado sufrimiento, y por la dirección de la mirada, erguida hacia lo alto, debe de ser el
Buen Ladrón. El pelo, ensortijado, es otro indicio que no engaña, sabiendo como sabemos
que los ángeles y los arcángeles así lo llevan, y el criminal arrepentido está, por lo ya
visto, camino de ascender al mundo de las celestiales creaturas. (Fragmento de la obra).
ENSAYO SOBRE LA LUCIDEZ Y CASI UN OBJETO (José Saramago)
Durante las elecciones municipales de una ciudad sin nombre, la
mayoría de sus habitantes decide individualmente ejercer su derecho
al voto de una manera inesperada. El gobierno teme que ese gesto
revolucionario, capaz de socavar los cimientos de una democracia
degenerada, sea producto de una conjura anarquista internacional o
de grupos extremistas desconocidos. Las cloacas del poder se
ponen en marcha: los culpables tienen que ser eliminados. Y si no se
hallan, se inventan. Los protagonistas de esta nueva novela de
Saramago, un inspector de policía y la mujer que conservó la vista en
la epidemia de luz blanca de Ensayo sobre la ceguera, dan muestras
de la altura moral que los ciudadanos anónimos pueden alcanzar
cuando deciden ejercer la libertad. Saramago, un escritor que se ha
convertido en la conciencia lúcida de una época cegada por los
mecanismos del poder, lanza una llamada de alerta: «Puede suceder
que un día tengamos que preguntarnos Quién ha firmado esto por
mí». Ese día puede ser hoy.
LA INMORTALIDAD DEL ALMA (San Agustín)
1. Si la ciencia existe en alguna parte, y no puede existir sino
en un ser que vive, y existe siempre; y si cualquier ser en el
que algo siempre existe, debe existir siempre: siempre vive el
ser en el que se encuentra la ciencia. Si nosotros somos los que
razonamos, es decir, nuestra alma; si ésta no puede razonar
con rectitud sin la ciencia y si no puede subsistir el alma sin la
ciencia, excepto el caso en que el alma esté privada de ciencia,
existe la ciencia en el alma del hombre. La ciencia existe en
alguna parte, porque existe y todo lo que existe no puede no
existir en parte alguna. Además la ciencia no puede existir sino
en un ser que vive. Porque ningún ser que no vive puede
aprender algo; y no puede existir la ciencia en aquel ser que no
puede aprender nada. Asimismo, la ciencia existe siempre. En
efecto, lo que existe y existe de modo inmutable es necesario
que exista siempre. Ahora bien, nadie niega la existencia de la
ciencia. En efecto, quienquiera que admita que no se puede
hacer que una línea trazada por el centro de un círculo no sea
la más larga de todas las que no se tracen por el dicho centro, y
que esto es objeto propio de alguna ciencia, afirma que existe
una ciencia inmutable. Además nada en lo que algo existe
siempre, puede no existir siempre. Efectivamente, ningún ser
que existe siempre permite que sea sustraído alguna vez el
sujeto en el que existe siempre. Desde luego cuando
razonamos, esto lo hace nuestra alma. (Fragmento del capítulo uno).
SOLILOQUIOS (San Agustín)
3. A ti te invoco, Dios Verdad, en quien, de quien y por quien son verdaderas todas las cosas verdaderas. Dios, Sabiduría, en ti, de ti y por ti saben todos los que saben. Dios, verdadera y suma vida, en quien, de quien y por quien viven las cosas que suma y verdaderamente viven. Dios bienaventuranza, en quien, de quien y por quien son bienaventurados cuantos hay bienaventurados. Dios, Bondad y Hermosura, principio, causa y fuente de todo lo bueno y hermoso. Dios, Luz inteligible, en ti, de ti y por ti luce inteligiblemente todo cuanto inteligiblemente luce. Dios, cuyo reino es todo el mundo, que no alcanzan los sentidos. Dios, la ley de cuyo reino también en estos reinos se describe. Dios, de quien separarse es caer; a quien volver es levantarse; permanecer en ti es hallarse firme. Dios, darte a ti la espalda es morir, volver a ti es revivir, morar en ti es vivir. Dios, a quien nadie pierde sino engañado, a quien nadie busca sino avisado: a quien nadie halla sino purificado. Dios, dejarte a ti es perderse; seguirte a ti es amar; verte es poseerte. Dios, a quien nos despierta la fe, levanta la esperanza, une la caridad. Te invoco a ti, Dios, por quien vencemos al enemigo. Dios, por cuyo favor no hemos perecido nosotros totalmente. Dios que nos exhortas para que vigilemos. Dios, por quien discernimos los bienes de los males. Dios, por quien evitamos el mal y seguimos el bien. Dios, por quien no sucumbimos a las adversidades. Dios, a quien se debe nuestra buena obediencia y buen gobierno. Dios, por quien aprendemos que es ajeno lo que alguna vez creímos nuestro y nuestro lo que creímos ajeno. Dios, gracias a ti superamos los estímulos y halagos de los malos. (Fragmento del primer capítulo).
OBRAS COMPLERTAS TOMO I (San Agustín)
Actas del debate con el maniqueo Fortunato; Actas del debate con el maniqueo Félix; Actas del debate con el donatista Emérito; Actas del proceso a Pelagio; La adivinación diabólica; Anotaciones al libro de Job; A Orosio, contra los priscilianistas y origenistas; La bondad del matrimonio; La bondad de la viudez; Carta a los católicos sobre la secta donatista (La unidad de la Iglesia) Cartas (1º) 1-123.
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CONFESIONES (San Agustín)
1. Grande eres, Señor, e inmensamente digno de alabanza; grande es tu poder y tu inteligencia no tiene límites. Y ahora hay aquí un hombre que te quiere alabar. Un hombre que es parte de tu creación y que, como todos, lleva siempre consigo por todas partes su mortalidad y el testimonio de su pecado, el testimonio de que tú siempre te resistes a la sobrebia humana. así pues, no obstante su miseria, ese hombre te quiere alabar. Y tú lo estimulas para que encuentre deleite en tu alabanza; nos creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti. Y ahora, Señor, concédeme saber qué es primero: si invocarte o alabarte; o si antes de invocarte es todavía preciso conocerte. 2. Pues, ¿quién te podría invocar cuando no te conoce? Si no te conoce bien podría invocar a alguien que no eres tú. ¿O será, acaso, que nadie te puede conocer si no te invoca primero? Mas por otra parte: ¿Cómo te podría invocar quien todavía no cree en ti; y cómo podría creer en ti si nadie te predica? Alabarán al Señor quienes lo buscan; pues si lo buscan lo habrán de encontrar; y si lo encuentran lo habrán de alabar. Haz pues, Señor, que yo te busque y te invoque; y que te invoque creyendo en ti, pues ya he escuchado tu predicación. Te invoca mi fe. Esa fe que tú me has dado, que infundiste en mi alma por la humanidad de tu Hijo, por el ministerio de aquel que tú nos enviaste para que nos hablara de ti. (Capítulo 1).
HUMANO, DEMASIADO HUMANO I y II (Friedrich Nietzsche)
Exceptuando la singularidad de la ruptura estilística reflejada en su tratamiento
temático por Así habló Zaratustra y la «azul soledad» en medio de la que
vive esta obra, si entre los textos publicados por Friedrich Nietzsche hay uno que
se distinga por mostrarse a ojos del lector como un brusco e inesperado viraje respecto
al curso teórico de sus anteriores escritos, ése es sin duda Humano, demasiado
hum ano, aparecido el primer volumen en mayo de 1878, con dos
continuaciones, las Opiniones y sentencias varias y El viandante y su sombra, en
marzo y diciembre 1879, respectivamente. De -monumento a una crisis»1 llegó
incluso a calificarlo años más tarde, en Ecce Homo, el propio Nietzsche, sabedor ele
cuánto de ruptura consigo mismo, de autovencimiento y ele mudanzas de la piel y
del alma había en las páginas de ese libro: pues la despedida de los maestros de
juventud, tanto el abandono definitivo de la amarga metafísica de Schopenhauer
(sólo parcialmente corregida en El nacimiento de la tragedia por el sabor trágico
de una justificación estética de la existencia), cuanto, sobre todo, la ruptura personal
con el gran músico y mistagogo, Richard Wagner, supuso una conmoción y un
quebranto no sólo de los fundamentos teóricos de su primera filosofía, sino también,
más honda y dolorosamente, de las propias bases existenciales. (Fragmento del prólogo titulado "Nietzsche: la crítica
de la metafísica como curvatura de la Ilustración" escrito por Manuel Barrios Casares).
CONSIDERACIONES INTEMPESTIVAS I - IV (Friedrich Nietzsche)
El 10 de enero de 1872 escribe Richard Wagner una muy importante carta a Nietzscbe sobre El nacimiento de
la tragedia; no se quedará atrás en sus alabanzas Cosima
en la que le envía el 18 del mismo mes. Nietzscbe había
hecho llegar ejemplares de su obra a otros dos músicos,
Franz Liszt y Hans von Bülow, y también de ellos recibe
cartas muy elogiosas. Y, como era de esperar, Erwin Rohde
y Cari von Gersdorff los dos amigos de Nietzsche,
reaccionan con parecido entusiasmo.
Ahora bien, Nietzsche era entonces, como él mismo le
recuerda a Georg Brandes en la carta antes citada, catedrático
de universidad, catedrático de filología clásica en
la universidad de Basilea. Y la reacción de los filólogos y,
en general, del público culto alemán, la reacción de las
personas que llevaban la voz cantante en Alemania, y a
las cuales se había referido Wagner con cierta aprensión
nada más comenzar la lectura del libro, fue muy diferente
de la de los músicos o los amigos de Nietzsche.
Friedrich Ritschl, el maestro de Nietzsche, el hombre
que le había proporcionado la cátedra en la universidad
de Basilea, tuvo en sus manos un ejemplar de la obra ya
el 31 de diciembre de 1871; y ese día escribió en su Diario:
«Libro de Nietzsche. El nacimiento de la tragedia. Ingeniosa
cogorza». Los otros maestros de la filología clásica
en las universidades alemanas reaccionaron con hostilidad
y desprecio. Nietzsche fue declarado «científicamente
muerto». Y un silencio de muerte rodeó a El nacimiento
de la tragedia. El Literarisches Centralblatt, la revista
de Leipzig en que Nietzsche, siendo aún estudiante, había
colaborado con algunas recensiones, se negó a publicar
un breve escrito de Rohde sobre la obra. La primera
recensión, anónima, apareció en una revista de Florencia. (Fragmento de la introducción escrita por Andrés Sánchez Pascual).
MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL (Friedrich Nietzsche)
Más allá del bien y del mal es el primer libro publicado por
Nietzsche tras la edición privada, en cuarenta ejemplares, de
la cuarta parte de Así habló Zaratustra* en 1885. Sin embargo,
las ideas expresadas en esta obra no nacieron únicamente
tras la conclusión del Zaratustra, sino que, como no podía ser
menos, dada la manera de trabajar de Nietzsche, se remontan
a varios años atrás. Ha podido demostrarse que algunos de los
apuntes que luego se integraron en las páginas de Más allá del
bien y del mal fueron escritos ya durante el verano de 1881.
También en algunos cuadernos del invierno de 1882-83, estrechamente
relacionados con la composición del primer Zaratustra,
se encuentran esquemas y fragmentos que, reelaborados, pasarán a formar parte de esta obra. Pero es el propio
Nietzsche el que, en un esbozo de prólogo para Más allá del
bien y del mal redactado en la primavera de 1886, y luego descartado,
nos indica la génesis y el significado de su libro.
Dice así ese fragmentario prólogo:
«Este libro está compuesto de anotaciones que hice durante
la génesis de Así habló Zaratustra, o, más exactamente, durante
los entreactos de esa génesis, bien para recrearme, bien
para interrogarme y justificarme a mí mismo en medio de
una empresa ilimitadamente osada y responsable. Si alguna
vez algo ha brotado de sí mismo o, como antes se decía -ha
sido inspirado-, sin modelo, ejemplo, miradas retrospectivas,
propósitos, ese algo es Zaratustra. Servios de este libro
nacido de él para una finalidad similar, o también como de
un sendero laberíntico que una y otra vez conduce de manera
imperceptible hacia aquel peligroso y salvaje terreno del
que surgió el recién mencionado "Libro para todos y para
nadie". Suponiendo que este "Preludio de una filosofía del
futuro" no sea ni quiera ser un comentario a la doctrina de
Zaratustra, acaso sí sea, sin embargo, una especie de glosario
en el que las más importantes innovaciones conceptuales
de aquel libro aparecen todas de algún modo y son llamadas
por su nombre.»
ECCE HOMO (Friedrich Nietzsche)
Como preveo que dentro de poco tendré que dirigirme a la humanidad presentándole la
más grave exigencia que jamás se le ha hecho, me parece indispensable decir quién soy
yo. En el fondo sería lícito saberlo ya: pues no he dejado de «dar testimonio» de mí. Mas
la desproporción entre la grandeza de mi tarea y la pequeñez de mis contemporáneos se
ha puesto de manifiesto en el hecho de que ni me han oído ni tampoco me han visto
siquiera. Yo vivo de mi propio crédito; ¿acaso es un mero prejuicio que yo vivo? Me
basta hablar con cualquier «persona culta» de las que en verano vienen a la Alta
Engadina para convencerme de que yo no vivo. En estas circunstancias existe un deber
contra el cual se rebelan en el fondo mis hábitos y aún más el orgullo de mis instintos, a
saber, el deber de decir: ¡Escuchadme, pues yo soy tal y tal. ¡Sobre todo, no me
confundáis con otros! Por ejemplo, yo no soy en modo alguno un espantajo, un monstruo de moral; yo soy
incluso una naturaleza antitética de esa especie de hombres venerada hasta ahora como
virtuosa. Dicho entre nosotros, a mí me parece que justo esto forma parte de mi orgullo.
Yo soy un discípulo del filósofo Dioniso, preferiría ser un sátiro antes que un santo. Pero
léase este escrito. Tal vez haya conseguido expresar esa antítesis de un modo jovial y
afable, tal vez no tenga este escrito otro sentido que ése. La última cosa que yo
pretendería sería «mejorar» a la humanidad. Yo no establezco ídolos nuevos, los viejos
van a aprender lo que significa tener pies de barro. Derribar ídolos («ídolos» es mi
palabra para decir «ideales»), eso sí forma ya parte de mi oficio. A la realidad se la ha
despojado de su valor, de su sentido, de su veracidad en la medida en que se ha fingido
mentirosamente un mundo ideal. El «mundo verdadero» y el «mundo aparente»; dicho
con claridad: el mundo fingido y la realidad. Hasta ahora la mentira del ideal ha
constituido la maldición contra la realidad, la humanidad misma ha sido engañada y
falseada por tal mentira hasta en sus instintos más básicos hasta llegar a adorar los
valores inversos de aquellos solos que habrían garantizado el florecimiento, el futuro, el
elevado derecho al futuro. (Fragmento del prólogo de la obra).
EL ANTICRISTO (Friedrich Nietzsche)
Este libro está hecho para muy pocos lectores. Puede que no viva
aún ninguno de ellos. Esos podrían ser los que comprendan mi
Zaratustra: ¿acaso tengo yo derecho a confundirme con aquellos a
quienes hoy se presta atención? Lo que a mi me pertenece es el pasado
mañana. Algunos hombres nacen póstumos.
Las condiciones requeridas para comprender y para
comprenderme luego con necesidad, las conozco demasiado bien. Hay
que ser probo hasta la dureza en las cosas del espíritu para poder
soportar sólo mi seriedad y mi pasión. Hay que estar acostumbrado a
vivir en las montañas y ver a nuestros pies la miserable locuacidad
política y el egoísmo de los pueblos que la época desarrolla. Hay que
hacerse indiferente; no debe preguntarse si la verdad favorece o
perjudica al hombre. Hay que tener una fuerza de predilección para las
cuestiones que ahora espantan a todos; poseer el valor de las cosas
prohibidas: es preciso estar predestinado al laberinto. De esas soledades
hay que hacer una experiencia. Tener nuevos oídos para una nueva
música; nuevos ojos paca las cosas más lejanas: nueva conciencia para
verdades hasta ahora mudas, y la voluntad de la economía en grande
estilo; conservar las propias fuerzas y el propio entusiasmo; hay que
respetarse a sí mismo, amarse a sí mismo: absoluta libertad para
consigo mismo...
Ahora bien; sólo los forjados así son mis lectores; mis lectores
predestinados; ¿qué me importan los demás? Los demás son
simplemente la humanidad. Se debe ser superior a la humanidad por la
fuerza, por el temple, por el desprecio... (Prólogo de la obra titulada "Inversión de todos los valores").
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EL ORIGEN DE LA TRAGEDIA (Friedrich Nietzsche)
Éste es un libro tan intrépido y chispeante que su mismo autor
lo calificó, quince años después, como «un libro imposible».
En su «Ensayo de autocrítica», que desde la tercera edición
(en 1886) suele colocarse como proemio al texto, Nietzsche comentaba
con una apasionada lucidez lo esencial del mismo: su
arrojo intelectual y su entusiasmo juvenil, a la vez que insistía
en la agudeza de sus ideas y ese su carácter intempestivo, que lo
hizo tan desconcertante para sus primeros lectores. Contemplado
desde esa distancia, cuando ya Friedrich Nietzsche había
escrito sus obras filosóficas más representativas y dejado atrás
el oficio de filólogo clásico, su estilo le merecía algunas ásperas
críticas. Hay que situarlas justamente en esa perspectiva cronológica:
el filósofo reexamina su obra juvenil con la mirada de
quien ha recorrido después un largo trecho y con el afecto por su
primera gran obra, muy mal acogida y mal interpretada por sus
contemporáneos. El interés de este «ensayo autocrítico» estriba en esa relectura
del mismo desde una distancia personal enormemente significativa.
El filósofo interpreta sus intuiciones juveniles a la luz del
desarrollo posterior de sus propias ideas, lejos de su cátedra filológica
y liberado de las influencias de Schopenhauer y Wagner,
tan decisivas en la concepción inicial de El origen de la tragedia
en el espíritu de la música (que, significativamente, desde esa
tercera edición, de 1886, cambia el final de su título. Desde entonces
será EL ORIGEN DE LA TRAGEDIA, O Grecia y el pesimismo). (Fragmento de la introducción escrita por Carlos García Gual).
CREPÚSCULO DE LOS ÍDOLOS O CÓMO SE FILOSOFA CON EL MARTILLO (Friedrich Nietzsche)
Tras la publicación de Más allá del bien y del mal* en 1886y
mientras corregía las pruebas de La genealogía de la moral**
a finales del verano de 1887, Nietzsche tomó la decisión de «no
imprimir ninguna cosa más durante una serie de años». Pensaba
dedicarse a elaborar su proyectada obra La voluntad de
poder, a dar, por fin, una exposición detallada de su filosofía.
A Nietzsche le quedaba, en aquel momento, poco más de un
año de vida lúcida.
Sin embargo, pese a sus propósitos, en este último año
Nietzsche dio a la imprenta o dejó preparadas para su impresión
nada menos que seis obras, a saber: El caso Wagner, Crepúsculo
de los ídolos, El Anticristo, Ecce homo, Ditirambos de Dioniso y Nietzsche contra Wagner. El afán de publicar
obras adquiere en los últimos meses de lucidez de Nietzsche tal
precipitación, tal urgencia, que el espectador atento queda
angustiado. ¿Qué había ocurrido en la vida y en el pensamiento
de Nietzsche para que apareciese ese giro tan radical?
En el silencio que Nietzsche se había autoimpuesto, ¿qué representan
esos gritos que son los libros mencionados? Como
veremos: la autodestrucción de sus planes literarios. (Fragmento de la introducción escrita por Andrés Sánchez Pacual).
ASI HABLÓ ZARATUSTRA (Friedrich Nietzsche)
Hay en Nietzsche una indiscutible solidaridad con esas divinidades
de naturaleza proteica y tornadiza cantadas por los poetas
que tanto repugnaban a la visión platónica. En Humano, demasiado
humano se nos revela bajo la figura del espíritu libre; más
tarde es el príncipe Vogelfrei, el Viajero y su sombra, Zaratrusta,
Dionisos, el Anticristo, y así, en una inquietante procesión de
máscaras hasta su Ecce Homo donde Nietzsche llega al paroxismo
de disfrazarse de sí mismo.
La irrupción de esta multitucidad de identidades en el seno
del discurso filosófico tiene el carácter de una clara provocación.
Desde que Platón fijara los atributos que definen a la Idea, el filósofo,
aun el dialéctico, y el científico han tomado como objeto
de su sabiduría una nueva divinidad cuyos rasgos podrían esquematizarse
así: inmutabilidad, fijeza, identidad consigo misma,
universalidad... Dios, el sujeto cartesiano, el Espíritu Absoluto de Hegel, el concepto neutro y objetivo de la ciencia... gran carnava]
del tiempo en el que la ficción de lo universal oculta siempre
la violencia de las conquistas particulares. Frente a la mascarada de la unidad y la universalidad, el desfile
incesante de máscaras en Nietzsche pone expresamente de
manifiesto eso que se ha querido esconder tras la verdad sin rostro
y sin nombre del discurso filosófico y científico: que la verdad
una e idéntica para todos no es sino el resultado de la pugna entre
una multiplicidad de identidades o de intereses divergentes,
la máscara con que se recubre aquella perspectiva peculiar que
ha conseguido imponerse tiránicamente sobre las demás. (Fragmento de la introducción titulada "La filosofía de Nietzsche como filosofía
de máscaras" escrita por Dolores Castrillo Mirat).
LOS FILÓSOFOS PREPLATÓNICOS (Friedrich Nietzsche)
Los trabajos realizados por el joven Nietzsche durante su
etapa como profesor de la Universidad de Basilea son relativamente
poco conocidos, si se los compara con el destino
fulgurante que, después de su muerte acaecida en el año
1900, experimentaron sus obras posteriores a las Consideraciones
intempestivas. Este conocimiento menor no se debe a
la ausencia de interés filosófico de sus obras, sino a la inaccesibilidad
de estos escritos. En algunos casos, como el de Los
filósofos preplatónicos, se ha tenido que esperar a la recuperación
crítica de la obra de Nietzsche gracias a la iniciativa
pionera de Giorgio Colli y a sus colaboradores y continuadores,
con la publicación en 1995 de este manuscrito de
Nietzsche en la edición crítica global. Las antiguas ediciones
de las obras completas de Nietzsche sólo incluían una parte
de este escrito (faltaban las partes correspondientes a Anaximandro,
Parménides, Jenófanes, Zenón y Anaxágoras), por
lo que cualquier intento de recuperación del texto estaba
condenado al fracaso. A esta tarea se anticiparon sabiamente
Paolo d'Iorio y Francesco Fronterotta cuando en 1994 publicaron
la edición francesa de Les philosophes préplatoniciens.
El libro de D'Iorio y Fronterotta es el resultado de un
largo y amplio trabajo directo con los manuscritos. Esta obra
de Nietzsche está pendiente de una doble valoración: la primera, una evaluación filosófica que permita comprender
mejor la transición operada en el pensamiento de Nietzsche
precisamente durante estos años de su vida; la segunda, una
reconsideración filológica en profundidad de las fuentes de
la filosofía preplatónica, especialmente de las filtradas en la
obra de Diógenes Laercio. (Fragmento del prólogo escrito por Francesc Ballesteros Balbastre).
LOS ORIGENES DEL TOTALITARISMO (Hannah Arendt)
Dos guerras mundiales en una sola generación, separadas por una ininterrumpida serie de guerras
locales y de revoluciones, y la carencia de un Tratado de paz para los vencidos y de un respiro para
el vencedor, han desembocado en la anticipación de una tercera guerra mundial entre las dos
potencias mundiales que todavía existen. Este instante de anticipación es como la calma que
sobreviene tras la extinción de todas las esperanzas. Ya no esperamos una eventual restauración del
antiguo orden del mundo, con todas sus tradiciones, ni la reintegración de las masas de los cinco
continentes, arrojadas a un caos producido por la violencia de las guerras y de las revoluciones y
por la creciente decadencia de todo lo que queda. Bajo las más diversas condiciones y en las más
diferentes circunstancias, contemplamos el desarrollo del mismo fenómeno: expatriación en una
escala sin precedentes y desraizamiento en una profundidad asimismo sin precedentes.
Jamás ha sido tan imprevisible nuestro futuro, jamás hemos dependido tanto de las fuerzas
políticas, fuerzas que parecen pura insania y en las que no puede confiarse si se atiene uno al
sentido común y al propio interés. Es como si la Humanidad se hubiera dividido a sí misma entre
quienes creen en la omnipotencia humana (los que piensan que todo es posible si uno sabe organizar
las masas para lograr ese fin) y entre aquellos para los que la impotencia ha sido la experiencia más
importante de sus vidas. (Prólogoa la primera edición norteamericana).
LA CONDICIÓN HUMANA (Hannah Arendt)
En 1957 se lanzó al espacio un objeto fabricado por el hombre
y durante varias semanas circundó la Tierra según las mismas
leyes de gravitación que hacen girar y mantienen en movimiento
a los cuerpos celestes: Sol, Luna y estrellas. Claro está
que el satélite construido por el hombre no era ninguna luna,
estrella o cuerpo celeste que pudiera proseguir su camino orbital
durante un período de tiempo que para nosotros, mortales
sujetos al tiempo terreno, dura de eternidad a eternidad. Sin
embargo, logró permanecer en los cielos; habitó y se movió en
la proximidad de los cuerpos celestes como sL a modo de prueba,
lo hubieran admitido en su sublime compañía.
Este acontecimiento, que no le va a la zaga a ningún otro, ni
siquiera a la descomposición del átomo, se hubiera recibido
con absoluto júbilo de no haber sido por las incómodas circunstancias
políticas y militares que concurrían en él. No obstante,
cosa bastante curiosa, dicho júbilo no era triunfal; no era orgullo
o pavor ante el tremendo poder y dominio humano lo que
abrigaba el corazón del hombre, que ahora, cuando levantaba
la vista hacia el firmamento, contemplaba un objeto salido de
sus manos. La inmediata reacción, expresada bajo el impulso
del momento, era de alivio ante el primer «paso de la victoria leí hombre sobre la prisión terrena». Y esta extraña afirmación, lejos de ser un error de algún periodista norteamericano, inconscientemente era el eco de una extraordinaria frase que hace más de veinte años, se esculpió en el obelisco fúnebre de uno de los grandes científicos rusos: «La humanidad no permanecerá atada para siempre a la Tierra». (Fragmento de la introducción escrita por Manuel Cruz).
SOBRE LA VIOLENCIA (Hannah Arendt)
Estas reflexiones han sido provocadas por los acontecimientos
y debates de los últimos años, vistos en
la perspectiva del siglo xx que ha resultado ser,
como Lenin predijo, un siglo de guerras y revoluciones
y, por consiguiente, un siglo de esa violencia
a la que corrientemente se considera su denominador
común. Hay, sin embargo, otro factor en la actual
situación que, aunque no previsto por nadie,
resulta por lo menos de igual importancia. El desarrollo
técnico de los medios de la violencia ha alcanzado
el grado en que ningún objetivo político
puede corresponder concebiblemente a su potencial
destructivo o justificar su empleo en un conflicto
armado. Por eso, la actividad bélica -desde
tiempo inmemorial arbitro definitivo e implacable
en las disputas internacionales- ha perdido mucho
de su eficacia y casi todo su atractivo. El ajedrez
«apocalíptico» entre las superpotencias, es decir, entre las que se mueven en el más alto plano de nuestra
civilización, se juega conforme a la regla de que «si
uno de los dos "gana" es el final de los dos»1
; es un
juego que no tiene semejanza con ninguno de los juegos
bélicos que le precedieron. Su objetivo «racional»
es la disuasión, no la victoria y la carrera de
armamentos, ya no una preparación para la guerra,
sólo puede justificarse sobre la base de que más y
más disuasión es la mejor garantía de la paz. No hay
respuesta a la pregunta relativa a la forma en que
podremos ser capaces de escapar de la evidente demencia
de esta posición. (Fragmento del primer capítulo).
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QUÉ ES POLÍTICA (Hannah Arendt)
Entre 1956 y 1959, Hannah Arendt trabajaba en el proyecto de
una obra con el título de Introducción a la política. y que debía publicarse
en la editorial Piper. Como es sabido, Arendt jamás escribió
este libro, sin embargo, recientemente Piper lograba concretar por
fin su antiguo proyecto editorial al alentar a la socióloga alemana Ursula
Ludz a que compilase los materiales que Hannah Arendt había
escrito en relación con el libro a lo largo de tres años. Ludz realizó un
minucioso trabajo de reconstrucción, ordenación y presentación de
los diversos fragmentos (conservados sin fecha alguna) que vieron la
luz en 1993 con el título de Was ist Politik?
La publicación de este texto abre un espacio privilegiado para conocer
el pensamiento de esta teórica de la política. Y ello, entre otras
razones, porque, en primer lugar, nos obliga a tratar de contestar a la
pregunta, que de inmediato nos asalta, ¿por qué Arendt abandonó este proyecto? y, en segundo lugar, porque el mismo carácter fragmentario
e inacabado del texto que tenemos entre las manos parece
ofrecernos la posibilidad de adentrarnos en lo que cabe considerar
como el taller en el que se fraguaban los materiales, las redes conceptuales,
de los que se nutría su pensar. Ludz atribuye el abandono del proyecto a los muchos compromisos
que Arendt tenía en este período. Efectivamente, en 1957 estaba
preparando la publicación de las «Walgreen Lectures» y de un volumen
de ensayos en alemán, además simultáneamente escribía también
el texto sobre la revolución húngara. Al parecer en 1958 creyó disponer
del tiempo necesario para retomar el libro, pero nuevos
compromisos lo impidieron: dos viajes a Europa, el segundo por haber
sido elegida para pronunciar el discurso conmemorativo de la entrega a
Jaspers del premio de la paz. De regreso a América, estuvo ocupada en
las lecciones que impartió en diciembre sobre «El papel de la violencia
en la política» en la Universidad de Notre Dame y en las que «Sobre la
revolución» pronunció en Princeton, ya en la primavera de 1959. (Fragmento de la introducción escrita por Fina Birulés).
EICHMANN EN JERUSALÉN (Hannah Arendt)
Escrita en 1963, en 2001 se publicó la cuarta edición de la traducción al castellano (Editorial
Lumen, Barcelona, trad. de Carlos Ribalta). Si bien la obra de Arendt transita en general por carriles
filosóficos, en este Estudio –así lo llama la autora- aborda también, con su aguda inteligencia,
cuestiones ético-jurídicas universales, a propósito del juicio que se llevó a cabo durante 1961 en la
Ciudad de Jerusalén contra el ex Teniente Coronel de las S.S., Adolf Eichmann.
Los primeros capítulos discurren acerca de la reconstrucción fáctica realizada durante el juicio,
de la enorme maquinaria burocrática que funcionó entre 1933 y 1945 al servicio del nazismo, en la
cual se incardinó, como un eslabón más, el propio Eichmann (hay un capítulo entero dedicado a su
historia personal previa a su afiliación al partido nazi), y que se fue extendiendo a todo el continente
europeo de la mano de las victorias del Tercer Reich. Allí, Arendt demuestra un profundo
conocimiento de los circuitos de poder que a partir de fines de 1939 llevaron a emplear ese
formidable aparato institucional, para lo que se conoció como la solución final del problema judío
(para H.A., no fue sino hasta el 1º de septiembre de 1939 que el régimen nazi se convirtió en
abiertamente totalitario y criminal), y que cobró un vigor irreversible a partir del famoso mitin de
Wannsee, Berlín, en enero de 1942, al cual asistió el propio Eichmann, aunque cumpliendo un papel
menor.
GENEALOGÍA DEL RACISMO (Michel Foucault)
Este libro es la transcripción del curso de Foucault en el Collége de
France entre fines del año 1975 y mediados de 1976. Es el momento en
que se editan Vigilar y castigar y La voluntad de saber. Foucault prosigue
un plan varias veces anunciado y se detiene en un problema particular: el
tema de las poblaciones y el nacimiento de la biopolítica.
En estas clases inaugura un nuevo recorrido. Primero plantea un problema
teórico, el de la extensión y operatividad de la genealogía, palabra
que designa su perspectiva de trabajo. Luego hace jugar esta perspectiva
en un aspecto clave de la biopolítica, la que concierne al racismo.
La genealogía se inscribe en la tradición nietzscheana que articula las
luchas con la memoria, describe las fuerzas históricas que en su enfrentamiento
hicieron posible las culturas y las formas de vida.
Foucault, como continuador de esta tradición, busca un antecedente
que lo llevará mucho más allá de Nietzsche. Lo llamará contrahistoria, es
el primer discurso histórico-político de Occidente. Adquiere su plena elaboración
en el siglo xvii por parte de una aristocracia ya decadente. Los
representantes de esta clase producen un relato histórico cuyos efectos se
marcarán dos y tres siglos más tarde.
Esta contrahistoria es la que introduce el modelo de la guerra para
pensar la historia. Elabora la primera historia no romana o antirromana,
la vieja historia imperial que unía a la Antigüedad y al Medioevo en la
repetición de una crónica de fundaciones y héroes legendarios. La
contrahistoria transgrede la continuidad de la gloria y enuncia una nueva
forma de continuidad histórica: el derecho a la rebelión.
Esta es la dirección del discurso de la guerra de las razas con su sentido
binario y su álgebra de enfrentamientos. Para la contrahistoria, el acontecimiento
inaugural de las sociedades, el punto cero de la historia, es la
invasión. Esta singularidad histórica describe los choques y batallas entre
etnias, conquistadores normandos contra sajones, galo-romanos contra
germanos. (Fragmento del prólogo escrito por Tomás Abraham).
HISTORIA M LA SEXUALIDAD III LA INQUIETUD DE SI (Michel Foucault)
Empezaré por el análisis de un texto bastante singular. Es una obra de
"práctica" y de vida cotidiana; no es un texto de reflexión o de prescripción
moral. Es el único texto, entre los que nos quedan de aquella época, que
presenta una exposición un poco sistemática de las diferentes formas posibles
de actos sexuales; a propósito de estos actos, no expresa en general de
manera directa y explícita juicios morales; pero deja ver esquemas de
apreciación generalmente aceptados. Y se puede comprobar que éstos están muy
cerca de los principios generales que organizaban ya, en la época clásica, la
experiencia moral de las aphrodisia. El libro de Artemidoro constituye pues
un punto de referencia. Da testimonio de una perennidad. Atestigua una
manera corriente de pensar. Por este mismo hecho, permitirá medir lo que
pudo tener de singular y de parcialmente nuevo, en la misma época, el trabajo
de reflexión filosófica o médica sobre los placeres y sobre la conducta
sexual. (Fragmento del primer capítulo titulado "Soñar con los propios placeres).
HISTORIA DE LA SEXUALIDAD II EL USO DE LOS PLACERES (Michel Foucault)
Esta serie de búsquedas aparece más tarde de lo que había
previsto y bajo una forma totalmente distinta.
He aquí el porqué. No debían ser ni una historia de los
comportamientos ni una historia de las representaciones, pero sí
una historia de la "sexualidad": las comillas tienen su
importancia. Mi propósito no era reconstruir la historia de las
conductas y prácticas sexuales, según sus formas sucesivas, su
evolución y su difusión. Tampoco era mi intención analizar las
ideas (científicas, religiosas o filosóficas) a través de las
cuales nos hemos representado tales comportamientos. En
principio, quería detenerme ante esta noción, tan cotidiana, tan
reciente, de "sexualidad": tomar distancia respecto de ella
contornear su evidencia familiar, analizar el contexto teórico y
práctico al que está asociada. El propio término de
"sexualidad" apareció tardíamente, a principios de¡ siglo XIX.
Se trata de un hecho que no hay que subestimar ni
sobreinterpretar. Señala algo más que un cambio de vocabulario,
pero evidentemente no marca el surgimiento súbito de aquello con
lo que se relaciona. Se ha establecido el uso de la palabra en
relación con otros fenómenos: el desarrollo de campos de
conocimiento diversos (que cubren tanto los mecanismos
biológicos de la reproducción como las variantes individuales o
sociales de¡ comportamiento); el establecimiento de un conjunto
de reglas y normas, en parte tradicionales, en parte nuevas, que
se apoyan en instituciones religiosas, judiciales, pedagógicas,
médicas; cambios también en la manera en que los individuos se
ven llevados a dar sentido y valor a su conducta, a sus deberes,
a sus placeres, a sus sentimientos y sensaciones, a sus sueños. (Fragmento de la introducción de la obra).
HISTORIA DE LA SEXUALIDAD I LA VOLUNTAD DEL SABER (Michel Foucault)
Mucho tiempo habríamos soportado, y padeceríamos aún hoy, un régimen
Victoriano. La gazmoñería imperial figuraría en el blasón de nuestra sexualidad retenida,
muda, hipócrita.
Todavía a comienzos del siglo XVII era moneda corriente, se dice, cierta franqueza.
Las prácticas no buscaban el secreto; las palabras se decían sin excesiva reticencia, y las
cosas sin demasiado disfraz; se tenía una tolerante familiaridad con lo ilícito. Los códigos
de lo grosero, de lo obsceno y de lo indecente, si se los compara con los del siglo XIX, eran
muy laxos. Gestos directos, discursos sin vergüenza, trasgresiones visibles, anatomías
exhibidas y fácilmente entremezcladas, niños desvergonzados vagabundeando sin molestia
ni escándalo entre las risas de los adultos: los cuerpos se pavoneaban.
A ese día luminoso habría seguido un rápido crepúsculo hasta llegar a las noches
monótonas de la burguesía victoriana. Entonces la sexualidad es cuidadosamente encerrada.
Se muda. La familia conyugal la confisca. Y la absorbe por entero en la seriedad de la
función reproductora. En torno al sexo, silencio. Dicta la ley la pareja legítima y
procreadora. Se impone como modelo, hace valer la norma, detenta la verdad, retiene el
derecho de hablar —reservándose el principio del secreto. Tanto en el espacio social como
en el corazón de cada hogar existe un único lugar de sexualidad reconocida, utilitaria y
fecunda: la alcoba de los padres. El resto no tiene más que esfumarse; la [10] conveniencia
de las actitudes esquiva los cuerpos, la decencia de las palabras blanquea los discursos. Y el
estéril, si insiste y se muestra demasiado, vira a lo anormal: recibirá la condición de tal y
deberá pagar las correspondientes sanciones. (Fragmento del primer capítulo titulado "Nosotros, Los Victorianos").
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