Dos guerras mundiales en una sola generación, separadas por una ininterrumpida serie de guerras
locales y de revoluciones, y la carencia de un Tratado de paz para los vencidos y de un respiro para
el vencedor, han desembocado en la anticipación de una tercera guerra mundial entre las dos
potencias mundiales que todavía existen. Este instante de anticipación es como la calma que
sobreviene tras la extinción de todas las esperanzas. Ya no esperamos una eventual restauración del
antiguo orden del mundo, con todas sus tradiciones, ni la reintegración de las masas de los cinco
continentes, arrojadas a un caos producido por la violencia de las guerras y de las revoluciones y
por la creciente decadencia de todo lo que queda. Bajo las más diversas condiciones y en las más
diferentes circunstancias, contemplamos el desarrollo del mismo fenómeno: expatriación en una
escala sin precedentes y desraizamiento en una profundidad asimismo sin precedentes.
Jamás ha sido tan imprevisible nuestro futuro, jamás hemos dependido tanto de las fuerzas
políticas, fuerzas que parecen pura insania y en las que no puede confiarse si se atiene uno al
sentido común y al propio interés. Es como si la Humanidad se hubiera dividido a sí misma entre
quienes creen en la omnipotencia humana (los que piensan que todo es posible si uno sabe organizar
las masas para lograr ese fin) y entre aquellos para los que la impotencia ha sido la experiencia más
importante de sus vidas. (Prólogoa la primera edición norteamericana).
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