EL PRÍNCIPE Y OTRAS OBRAS (Maquiavelo)


(EL ARTE DE LA GUERRA, DISCURSOS SOBRE LA PRIMERA DÉCADA DE TITO LIVIO, VIDA DE CASTRUCCIO CASTRACANI, DISCURSOS SOBRE LA SITUACIÓN DE FLORENCIA)

Existe una caracterización con la que se ha asociado repetidamente la obra de Maquiavelo, que se forjó ya mientras vivió, y que viene inmejorablemente expresada en palabras de (¡uicciardini, en las que definía a su amigo y protegido como un hombre que siempre fue «extravagante respecto de la opinión común, e inventor de cosas nuevas e insólitas». Emblema, el de la novedad, típicamente renacentista; no menos recurrente que la fascinación por lo insólito, por el descubrimiento. Divisa refrendada por el propio Maquiavelo, que había hecho suya la voluntad de novedad en el arranque de su obra más importante: «he decidido recorrer un camino todavía no pisado por nadie». No es la asunción retórica de un topos renacentista; se trata de una elección consciente, meditada, que ya había sido tratada por él en su caracterización del principado y del príncipe nuevo, temas nucleares de El príncipe. Pero la novedad, el descubrimiento, el nuevo camino se asocian irremediablemente a riesgos sombríos: apartarse de los lugares comunes, de los caminos trillados, máxime en el pensamiento político del siglo xvl, tenía como correlato afrontar los peligros del viaje, sufrir la soledad. No debe extrañarnos, pues, si esta caracterización ha sido hábilmente consagrada en nuestro tiempo, continuando el propio juego ele imágenes de Maquiavelo: si el «príncipe nuevo» fue también para éste príncipe destinado a estar solo, no menos legítimo es evocar su propia soledad: soledad existencial y política (durante largos y desesperantes años), pero sobre todo soledad doctrinal: la de quien emprende un viaje sin compañeros, con escasos puntos de referencia y lleno de incógnitas. (Fragmento del estudio introductorio escrito por Juan Manuel Forte Monge).



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