La Docta Ignorancia es la obra
capital de Nicolás de Cusa, y en los tres libros que la componen, dentro de una gran concisión y
brevedad, se tratan los temas de Dios, el Universo y Jesucristo. Es decir, del ser
máximo considerado absolutamente, el ser máximo contraído en la pluralidad de las
cosas y, por último, el ser máximo en cuanto absoluto —Dios— y a la vez contraído —hombre—. Todo el proceso discursivo de Nicolás de Cusa se apoya en una concepción perfectamente delimitada del conocimiento
humano. Ya el título de la obra indica, cuál es el principal punto de apoyo,
partiendo del cual De Cusa edificará su construcción metafísica. Sin embargo, la concepción gnoseológica de
Nicolás de Cusa se apoya a su vez en na concepción metafísica. Un inicial concepto de
Dios determina el ámbito de la cognoscibilidad humana. La formula de San Anselmo está latente en
todas las páginas de La Docta Ignorancia. Hay un ser (el
máximo) mayor que el cual no puede haber otro. De esta primera afirmación se pasa a la delimitación
del campo del conocimiento. El máximo es uno (no es posible la existencia de dos
seres máximos) y es absoluto (no está ligado por nadie ni enfrentado con nada, en caso
contrario se relativizaría y serla contradictoria la noción de absoluto que le adscribimos). Establecido esto veamos algo relativo al conocimiento. Nos damos
cuenta de que hay un universo. Este universo es finito, mientras que el máximo
absoluto es infinito. El infinito no guarda ninguna proporción con lo finito. Lo infinito
no es susceptible de más o de menos. Por el contrario, lo finito si lo es. No hay
ningún ser finito, desde el momento en que puede recibir más y menos, que pueda
considerarse rigurosamente igual a otro, pues siempre será posible una infinidad de seres
aún más próximos a la igualdad con el primero. (Fragmento del prólogo de la obra escrito por Manuel Fuentes Benot).
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