LAS PASIONES DEL ALMA (René Descartes)


Aun habiendo declarado inequívocamente haber atendido menos los temas metafísicos que cuestiones de tipo moral, estamos habituados a reconocer el contenido nuclear de la filosofía de René Descartes (1596-1650) en ese universal buen sentido cuyo atinado uso exige la sujeción insoslayable a un método que, mediante una cautelar duda radical, permite hallar esa primordial verdad del pienso, luego soy. Es posible que una tan frecuentada imagen, la del «pensador de profesión y maestro de pensar» o de «el ingeniero y el mecánico de su intelecto», haga que a más de uno le resulte extraño el ver al "iniciador de la filosofía moderna" como "teórico de las pasiones". Extrañeza expresable, en toda su amplitud y radicalidad, mediante interrogantes similares a los siguientes: ¿Qué preocupaciones pudieron llevar al “padre del racionalismo” a ocuparse de las pasiones, las cuales parecen ser, no sólo “lo otro”, que la razón, sino “lo irracional” por antonomasia?; por tanto, ¿cuáles pudieron ser las advenedizas inquietudes que hicieron al pensador que cimentó todo saber y hacer verdaderos en la racionalidad humana interesarse por unas inmediatas inclinaciones naturales, ajenas y opuestas a la misma naturaleza humana?, ¿cuáles fueron las imprecisas intenciones por y con ls que escribió un tratado sobre esos infirmes sentimientos del alma que no proceden de la íntima estructura racional del ser humano?; y, en consecuencia, ¿acaso no resulta impropio, si es que no destinado, un texto como el de “Las pasiones del alma” en el conjunto de la obra cartesiana? (Fragmento del estudio preliminar de la obra escrita por José A. Martínez Martínez). 

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