En el nombre de Dios, Señor del universo. A R.
Joseph —protéjale Dios—, hijo de R. Jehudá —así
repose en el Paraíso—:
"Desde el instante mismo en que resolviste, mi
querido discípulo, venir a mi lado desde lejano país a
estudiar dirigido por mí, tuve el más alto concepto de
tu sed de conocimiento, de tu amor por las
indagaciones de carácter especulativo de las cuales
dan testimonio tus poemas. En la época en que recibí
tus escritos en verso y prosa, que me enviaste desde
Alejandría, no podía yo comprobar tus facultades de
aprehensión, y temía que acaso la capacidad fuera
inferior a tus anhelos; pero luego que recorriste
conmigo un curso de astronomía, una vez terminados
otros estudios elementales que son indispensables
para entender aquella ciencia, quedé muy satisfecho
de la agudeza y prontitud con que comprendías todas
las cosas.
Más tarde, me di cuenta de que habías adquirido de
otros algunos conocimientos relativos a los problemas
metafísicos y al sistema de los Motacálimes, y de que
estabas confuso y descarriado, aunque empeñado
todavía en resolver tus dudas y dificultades. Te insté
a que desistieras de esta búsqueda, y te aconsejé que
continuaras de manera sistemática tus estudios;
perseguía con ello que la verdad se te fuera
presentando de manera ordenada y metódica, de
suerte que no tropezaras al azar con ella. (Fragmento de una carta de Maimónides a su discípulo R. Joseph Akinin, a modo de introducción de la presente obra).
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