TEMOR Y TEMBLOR (Søren Kierkegaard)


Nuestra época organiza una verdadera liquidación en el mundo de las ideas como en el mundo de los negocios. Todo se obtiene a precios tan irrisorios que cabe preguntarse si al fin habrá comprador. Todo marcador de la especulación, concienzudamente aplicado a puntualizar las etapas de la significativa evolución de la filosofía, cualquier profesor, maestro, o estudiante, cualquier filósofo, aficionado o profesional no se detiene en la duda radical, sino que va más lejos. Sería sin duda intempestivo preguntarles adónde van a ese paso, pero se daría prueba de honesta cortesía teniendo como cosa cierta que han dudado de todo, pues de otra manera sería extraño decir que van más lejos. Todos ellos hicieron ese acto previo y, según todas las apariencias, con tanta facilidad que no juzgan necesario dar explicaciones; se busca en vano, con un cuidado minucioso, una pequeña luz, un indicio, la menor prescripción dietética sobre la conducta que debe seguirse en esta inmensa tarea. "¿Pero Descartes lo hizo bien?" Descartes, pensador venerable, humilde y leal, cuyos escritos seguramente nadie dejará de leer sin la más profunda emoción; Descartes hizo lo que dijo y dijo todo lo que hizo. ¡Ah! ¡Ah! ¡Eso no es tan común en nuestros días! Descartes no dudó en materia de fe, como él mismo lo repite muchas veces: "No debemos presumir tanto que creamos que Dios nos haya querido hacer participes de sus resoluciones... Tendremos, sobre todo, como regla infalible, que lo revelado por Dios es incomparablemente más cierto que todo lo demás, con el fin de que, si algún destello de razón pareciese sugerirnos alguna idea contraria, estemos prestos siempre a someter nuestros juicios a cuanto venga de él. . . (Fragmento del prólogo escrito por Søren Kierkegaard bajo el seudónimo de Johannes de Silentio). 

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