Hegel fue el primero en descubrir la relación que
existe entre el pensamiento filosófico y la sociedad
concreta, histórica, de donde surge. La filosofía es, en
último término, representación del espíritu de su
tiempo (de sus grandezas y de sus miserias), y la historia
de la filosofía, en cuanto desenvolvimiento en el
tiempo del pensamiento humano, es la filosofía misma
(«el estudio de la historia de la filosofía es el estudio
de la filosofía misma»).
Antes de Hegel, pues, ningún filósofo — con la
única excepción de importancia de Aristóteles en su libro
primero de la Metafísica— se había preocupado
por integrar las tesis de sus predecesores. Y ello por
dos razones, que el propio Hegel se encarga de exponer
en esta Introducción a la historia de la filosofía,
concretamente en el Suplemento, donde expone el
concepto y la definición de la historia de la filosofía.
Hasta Hegel, el contenido de esta historia era considerado
como una «narración de diversas opiniones», es
decir, algo ocioso, de interés puramente erudito por
su inutilidad. O bien no era tenido en cuenta, porque
los sistemas filosóficos eran considerados desde un
punto de vista exclusivo: había que decidirse por uno
de ellos como único legitimador de la verdad, y en
consecuencia los restantes eran falsos. A estas dos cuestiones Hegel responde aduciendo que una filosofía no es, en ningún momento, mero
opinar, sino «ciencia objetiva de la verdad, ciencia de
su necesidad, conocer conceptual», y que las distintas
filosofías de entrada tienen en común el ser filosofía. (Fragmento de los comentarios de la obra).
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